Lenguas y Estados-Nación

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TRANSLATED FROM AYUUJK BY YÁSNAYA ELENA A. GIL

Uno de los efectos de la hegemonía occidental ha sido jerarquizar las lenguas, algunas de ellas son consideradas idiomas y otras simplemente dialectos. El estatus político de una lengua que afecta también la vida de quienes la hablan está determinado por algo que en principio parecería no estar relacionado: la conformación de un mundo dividido en estados-nación. El hecho de que el mundo esté dividido en estados, aproximadamente 200 según datos de la Organización de las Naciones Unidas, parece obvio pero no siempre fue así. La mayor parte de la historia de la humanidad transcurrió sin la existencia de estas entidades que ahora controlan férreamente sus fronteras. Una de las características principales de los estados modernos es el desarrollo de prácticas nacionalistas que crean la ilusión de un sólo pasado común, una única identidad compartida y la necesidad de una sola lengua. Sin embargo, la diversidad lingüística desdice, negando en múltiples lenguas, el discurso de cualquier nacionalismo anquilosante.

Si consideramos que en el mundo se hablan aproximadamente siete mil lenguas y solo existen alrededor de 200 estados, se hace evidente que muy pocos, si no es que ninguno, son homogéneos; pueblos con diferentes lenguas habitan el territorio que controla cada estado. La existencia de más lenguas contradice el espíritu de la lengua oficial por país, por eso podemos constatar que, en la mayoría de los casos, los gobiernos de los países emprendieron, sobre todo durante el Siglo XX y continuando en el XXI, políticas lingüísticas concretas para desaparecer lenguas distintas a las que reivindica cada estado-nación. Estas políticas lingüicidas son las responsables de la desaparición de la diversidad lingüística que enfrentamos en la actualidad, a un ritmo nunca antes visto en la historia. Las lenguas indígenas y todas las lenguas que no son lenguas de un estado-nación son una afrenta a la ideología misma que ordena la organización política del mundo. 

El ejercicio de la traducción no es ajeno al estatus político de las lenguas desde las que se traduce y a las que se traduce. Las lenguas hegemónicas cuentan con diccionarios de todo tipo, corpus de consulta y una serie de herramientas que ayudan el proceso de la traducción. Quienes traducen desde lenguas sin estado, lenguas que incluso resisten a su existencia en la oralidad, han tenido que desarrollar estrategias y herramientas distintas para el ejercicio de la traducción: la traducción necesariamente se convierte en acción colectiva cuando tus fuentes de consulta, tus diccionarios, son las personas mayores de tu comunidad de hablantes, los especialistas en bosques si el texto a traducir habla de la naturaleza o especialistas de la tradición de pensamiento cuando traducimos filosofía. Ustedes, que traducen estas palabras lo saben y lo tienen muy claro.

Incluso las posibilidades de traducción se ven limitadas por el estatus de las lenguas involucradas, es más probable que se traduzca entre lenguas hegemónicas que entre lenguas sin estado. ¿Cuánto se enriquecería la teoría de la traducción y las prácticas si se ampliara el espectro de lenguas desde las que traducimos o a las cuáles traducimos? ¿Qué estrategias se despliegan para traducir desde lenguas con gramáticas y prácticas lingüísticas radicalmente distintas entre sí? ¿Cuánta riqueza hay en la diversidad lingüística del mundo que los estados-nación se han empeñado en borrar? Tal vez estas preguntas están siendo respondidas mientras se traducen. ■

Yásnaya Elena A. Gil es lingüista, escritora y traductora, forma parte del COLMIX, un colectivo del pueblo mixe que realiza actividades de investigación y difusión de la lengua, historia y cultura mixe. Ha colaborado en diversos proyectos sobre divulgación de la diversidad lingüística, proyectos de documentación y atención a lenguas en riesgo de desaparición. Es autora de los libros Un nosotrxs sin estado y Ää. Manifiestos sobre la diversidad lingüística.