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Cartografía de las noches del solsticio y los equinoccios. / Mapa de Léopold Lambert (2024).

La Noche: Introducción
Léopold Lambert

Traducido del inglés por María Vignau Loría

Bienvenides, bienvenidas y bienvenidos al número 57 de The Funambulist. Este está dedicado a un espacio-tiempo particular: la Noche. Tanto por sus características estacionales como diarias (o, mejor dicho, nocturnas), la Noche es, por supuesto, asimilable a un tiempo particular. Pero la Noche es también un espacio que ocupa aproximadamente el 50% de la superficie de la Tierra en un momento dado. El espacio de la Noche evoluciona de la manera más «equitativa» alrededor del planeta durante la época de los dos equinoccios (el 21 de marzo y el 21 de septiembre en el calendario gregoriano), y de la manera más «desigual» alrededor de los dos solsticios (el 21 de junio y el 21 de diciembre) —cuando la Noche es constante alrededor de un polo y ausente en el otro—. En consecuencia, la idea general de que cada «día» se divide en periodos iguales de 12 horas, alternando el día y la noche, es constantemente cierta para quienes vivimos en Kampala, Libreville, Quito o Singapur. Mientras que para quienes vivimos en Reikiavik, o Yellowknife (o, en menor medida, Naarm [Melbourne] o Buenos Aires) alternamos largos periodos estacionales de predominio nocturno y diurno.

Pensar la noche espacialmente nos ayuda a separarnos de una relación estática con el espacio y, como tal, nos permite examinar las políticas espaciales en juego en el mundo nocturno a través de una lente menos egocéntrica. De igual manera, este número cuestiona la idea de que la falta de luz solar que caracteriza a la Noche significa que «vemos» menos en la oscuridad que a plena luz del día. Cuando, de hecho, la refracción de la luz solar en la atmósfera terrestre nos impide ver más allá de esta capa atmosférica, mientras que la Noche permite una visión mucho más amplia de una multitud de cuerpos celestes del universo. Ver el cielo nocturno nos descentra a escala individual e incluso a nivel planetario, siguiendo el cliché de «ser muy pequeñe en el universo» al mirar las estrellas. Las descripciones que hacen en este número D. Kauwila Mahi y Krista Ulujuk Zawadski de la orientación y navegación celestes en las dos geografías distintas de Hawai y la Inuit Nunaat (Nación Inuit) nos muestran cómo la Noche es oportuna para reflexionar sobre las relaciones (algunas de ellas eminentemente políticas) entre les cuerpes vivos de la Tierra y los celestes.

Por lo tanto, hay algo profundamente impactante en el hecho de que el cielo esté oscuro, ya sea por la contaminación atmosférica o lumínica, o por la persecución política de personas a las que se impide activamente (a través de la tecnología arquitectónica que llamamos «prisiones») mirar más allá de unos pocos metros de ellas. Comprender la dimensión sistemática de esta ingeniosa y cruel miopía impuesta a las personas presas, es lo que hace que la descripción de les rebeldes de Attica de 1971 como «observadores de estrellas», nombrades por Orisanmi Burton en Tip of the Spear (2023), sea un poderoso acto liberador para observar el cielo nocturno (ver su entrevista en The Funambulist 52, Prison Uprisings, marzo-abril de 2024):

«Esta profunda experiencia de liberación y movimiento mientras permanecían en un lugar estaba ligada a prácticas de observación celeste y comunión cósmica. Al igual que la abolicionista Harriet Tubman, que utilizó la Estrella Polar para liberar a las personas Africanas esclavizadas, les rebeldes de Attica observaban las estrellas. Mientras vivían en rebelión, robaban tiempo para contemplar la inmensidad del universo y devenir íntimes con esa inmensidad».

La Noche como espacio-tiempo liberador es un tema recurrente a lo largo de este número. Por ejemplo, las fuerzas coloniales e imperiales dependen principalmente de la visión diurna para la vigilancia y control de les cuerpes. En consecuencia, la Noche proporciona condiciones que igualan o incluso dan ventaja a los movimientos guerrilleros —en particular a los que tienen práctica en la navegación celeste— que de otro modo se encontrarían en una guerra asimétrica brutal. Este fue sin duda el caso de la Ofensiva del Tet (Sự kiện Tết Mậu Thân), en la que tanto el ejército de Vietnam del Norte como el frente de liberación nacional de Vietnam del Sur tomaron por sorpresa al ejército estadounidense en la noche del 30 de enero de 1968. Poco más de trece años antes, el Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino había iniciado su revolución anticolonial durante la noche del 1 de noviembre de 1954. En los meses siguientes, el FLN repitió con regularidad esos ataques nocturnos, como describe Daho Djerbal en este número.

Esta vulnerabilidad es el objetivo del Estado colonial cuando decreta leyes contrarrevolucionarias como los toques de queda. Al impedir que determinadas comunidades salgan de sus casas durante la noche, los toques de queda invierten la violencia direccional de los muros, pasando de la exclusión del exterior —descrita de forma evocadora por Marie Ranjanoro en este número— a materializar la carceralidad del interior. En otras palabras, los toques de queda transforman los hogares de las personas en prisiones temporales. En un contexto de colonialismo de ocupación, las prisiones se utilizan para hacer desaparecer a las personas que se consideran una amenaza para la estabilidad del régimen colonial. En este caso, los toques de queda pueden verse como un medio para desaparecer a toda la población colonizada dentro de un espacio de segregación (la ciudad colonizada, el township [en Sudáfrica, zonas urbanas racialmente segregadas y periferializadas, habitadas por personas negras, coloured e indias], el shantytown, la banlieue), en un momento (la Noche) en que la explotación laboral no está en marcha.

El toque de queda colonial es precisamente a lo que se resistía el FLN en la noche del 17 de octubre de 1961, cuando más de 30,000 argelines marcharon por las calles de París hacia el final de la Revolución. El valiente desafío al toque de queda colonial fue respondido con extrema violencia mediante la brutal detención de unas 10,000 personas y el asesinato de más de 200. Los toques de queda son también una práctica habitual del ejército de ocupación israelí en Cisjordania, en particular durante la Primera y la Segunda Intifadas, así como este último año y medio tras la ofensiva del 7 de octubre de 2023. Del mismo modo, la Noche es a menudo el espacio-tiempo de la invasión lumínica y sónica israelí del sur de Líbano, como describe de manera conmovedora Mohamad Nahleh en las páginas siguientes. En Palestina, los toques de queda suelen ir acompañados de redadas militares para maximizar las posibilidades de que las personas objeto de éstas se encuentren en sus casas y puedan ser detenidas. En estas condiciones, la Noche añade una capa de terror a las redadas. Si la Noche es, para muches, el momento del descanso y del sueño, el brutal despertar por parte de soldados de ocupación completamente armados que violan la santidad del hogar, sin duda encarna otra invasión (tanto temporal como espacial) dentro de la invasión.

Como argumenté en mi libro sobre la historia colonial del estado de excepción francés, esta legislación permite legalizar tanto los toques de queda como las redadas nocturnas. Así es como cientos de hogares musulmanes fueron asaltados por la noche por fuerzas especiales de la policía completamente armadas durante las primeras semanas del estado de emergencia de 2015-2017 en toda Francia, Mayotte, Reunión, Martinica, Guadalupe y Guayana, tras los mortales atentados de París del 13 de noviembre de 2015. Hassina Mechaï y Sihem Zine documentaron numerosos testimonios de quienes vieron cómo la policía irrumpía en sus casas por la noche durante ese tiempo:

«De repente, cuando ya estaba dormido, escuché un ruido extraño que venía de la puerta principal. Me acerqué y miré por la mirilla. No había tenido tiempo de vestirme. Por la noche duermo sin ropa. Entonces vi a unos hombres encapuchados detrás de la puerta. Apenas tuve tiempo de mover la cabeza hacia atrás antes de que la puerta se abriera de golpe y fuera literalmente arrancada, a pesar de que era una puerta blindada. Entonces entraron. Eran doscientos».

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Constelaciones de The Funambulist (2015-2024). / Mapa de Léopold Lambert (2024).

Del 13 al 28 de mayo de 2024, se decretó el mismo estado de emergencia en Kanaky después del inicio de una nueva insurrección del pueblo Kanak contra el colonialismo de ocupación francés sobre el país. Kanaky fue sometida a un toque de queda que iba desde las 6 de la tarde a las 6 de la mañana (sigue activo mientras escribo estas palabras, pero desde entonces se ha reducido: comienza a las 10 de la noche y termina a las 5 de la mañana), y diecisiete organizadores Kanak fueron puestos bajo arresto domiciliario tras ser sometides a redadas similares. Estar bajo arresto domiciliario en este contexto significaba que, además de estar restringides por toques de queda nocturnos, tenían que visitar una comisaría de policía militar designada (gendarmería) tres veces al día, y se les impedía además el acceso a algunos otros barrios o tribus Kanak.

Al igual que la Noche, los toques de queda no sólo manifiestan un tiempo determinado, también materializan un espacio. En Kanaky, que se encuentra a 17,000 km de París, las decisiones sobre el país se toman en el espacio de la colonia de ocupación. En Francia, en julio de 2023, las banlieues fueron otro espacio controlado, donde las revueltas más numerosas desde la histórica revuelta de 2005 (en la que también se había instaurado el estado de emergencia), marcaban la rabia que tantes sentíamos tras el asesinato policial de Nahel Merzouk en Nanterre, el 27 de junio de ese año. En las noches siguientes al asesinato, les jóvenes de las banlieues se enfrentaron a la policía, fuertemente equipada y armada, con morteros pirotécnicos, iluminando el cielo nocturno con bengalas que daban a la Resistencia una especie de dimensión festiva. El hecho de que los toques de queda sólo se decretaran en municipios o barrios específicos, muestra la política espacial discriminatoria que encarnan, además de su evidente política temporal.

Pero quizá el ejemplo por excelencia del control espacial y temporal del colonialismo de ocupación mediante toques de queda se encuentra en la Sudáfrica del Apartheid. Como discutimos con Stephanie Briers en este número, el «everynight life» [vida cotidiana nocturna] del Apartheid (utilizando sus palabras) materializó una segregación racial aún mayor que su «everyday life» [vida cotidiana diaria] (cuando la mano de obra Indígena era necesaria para el funcionamiento de la sociedad colonial). El estado de emergencia de 1985 decretó varios toques de queda en los townships Negros que impedían la organización política, pero también la producción cultural, como los conciertos de jazz. Los toques de queda se impusieron además en Ciudad del Cabo mediante la instalación de postes de 40 metros de altura (analizados en profundidad en la obra de Stephanie) que proyectaban una cruda luz sobre las cubiertas y las calles de los barrios para vigilar y controlar a sus habitantes por la noche. Como ocurre a menudo en Sudáfrica después de 1994, esta tecnología de vigilancia sigue operativa hoy en día.

He mencionado un par de veces que la Noche es, para muches de nosotres, el espacio-tiempo del sueño, en contraste con la asociación del día y el trabajo. Sin embargo, el trabajo nocturno es una dimensión fundamental que debemos considerar al examinar la política nocturna. Algunes trabajadores (en particular mujeres racializadas) se dedican a la limpieza de oficinas que, durante el día, contribuyen al buen funcionamiento del capitalismo. Otres trabajadores nocturnes conducen camiones de mercancías, siguiendo los débiles conos de luz que proyectan sus vehículos, mientras que otres garantizan que las salas de urgencias del mundo sigan funcionando para atender, curar y aliviar. Algunes trabajan mal pagades en las partes traseras de los restaurantes, lavando platos caros. Y otres (la mayoría personas marginadas por su género) ejercen trabajo sexual en un espectro drásticamente variable de riesgo y depredación, como describe Yin Q en su texto de este número.

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El océano Atlántico en Dakar por la noche. / Extracto de Atlantique de Mati Diop (2019), © Les Films du Bal – Cinekap – FraKas Productions – Arte France Cinéma – Canal + Internacional.

Al llegar al final de esta introducción, me gustaría terminar hablando de fantasmas. Si les fantasmas tienden a manifestarse durante la Noche, puede deberse a que, al igual que las estrellas, están invisibilizades por la abrumadora luz del día —lo que no significa, sin embargo, que no estén aquí—. Por la forma en que son representades en Tailandia por Apichatpong Weerasethakul en Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives (2010) o en Senegal por Mati Diop en Atlantique (2019), les fantasmas encarnan un vehículo entre las personas vivas y las muertas. Encarnan la presencia de su vida pasada, pero también de las condiciones políticas que precipitaron su muerte. Al permitir que su presencia sea vista por las personas vivas, la Noche es un momento particularmente clarificador para quienes ritualizan la comunicación con fantasmas (entendida en el sentido más amplio), como en las ceremonias haitianas representadas por las pinturas de Shneider Léon Hilaire en este número. Que la atmósfera nocturna que transmiten estas pinturas acompañe su lectura a lo largo de este número. ¡Buena lectura! ■

Léopold Lambert es el editor en jefe de The Funambulist. Es arquitecto de formación, vive en París y es autor de los libros Weaponized Architecture: The Impossibility of Innocence (2012), La Politique du Bulldozer: La Ruine palestinienne comme projet israélien (2016), y States of Emergency: A Spatial History of the French Colonial Continuum (fr: 2021, en: 2025).